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EL CUENTO DEL TOYOTA

El cuento del Toyota                               



Esto se ve mal. No solo se ve sino que está muy mal  -masculló Aristóbulo a su compañero de tertulia.

A que te refieres?,  le replicó su amigo de toda la vida, Alfonso, Ponchito para sus más cercanos.

La conversación discurría en una de las bancas del parque central de la población, debajo de la acogedora sombra que les brindaba un frondoso árbol de almendro que los protegía de la canícula. Ya jubilados y sin los afanes del día a día se podían dar el lujo de sentarse a cualquier hora en la oficina más grande, y gratis, del pueblo.

Pues a las calles, mira el estado tan lamentable que tienen. Y si esto es el centro, imagínate el resto. Todo está destruido, parece zona de guerra después de un bombardeo. Y las autoridades nada, no hacen nada!  Al alcalde parece no importarle el asunto, ayer no más mi vecina Antonia se dobló el tobillo y sufrió un fuerte esguince a su regreso de misa. Que podemos hacer? Y mientras estas consideraciones hacía miraba a lo lejos, no a su interlocutor,  como buscando una respuesta en el vacío.

Si bien no era un tema trascendental ni un asunto de vida o muerte, si era algo que lo desvelaba hacía un tiempo. Si pagamos impuestos –solía pensar-, si tenemos derechos ciudadanos, -como es posible que las calles de nuestra ciudad, nuestra vitrina de presentación ante el mundo, estén en esas condiciones?

Y mientras en ello cavilaba no  escuchó la escueta respuesta de su amigo.

Como?  Dime, no te escuché.

Que la culpa es nuestra, bueno compartida, pero al fin y al cabo nuestra.

Explíqueme, que por estar en Babia no lo escuché y ahora que escuché no entiendo.

Como le dije, prosiguió Ponchito, la culpa es primero de nosotros, el pueblo por elegir a quienes elegimos, y en segundo lugar de los japoneses.

Japoneses? Y que tienen que ver los japoneses con nuestro perdido pueblo, digo perdido en el mapa. Que van a saber los japoneses que nosotros existimos? A ver explíqueme que es eso?, espetó Aristóbulo a su amigo.

Claro, le respondió Ponchito, acaso usted no se ha dado cuenta que los alcaldes de nuestros pueblos, los que nosotros mismos elegimos, lo primero que hacen al llegar a la Alcaldía es comprarse una camioneta Toyota? - La cara de Aristóbulo era el fiel reflejo de la absoluta incomprensión de lo que escuchaba.

Muy sencillo, déjeme y le explico: los japoneses en su absoluta sabiduría han creado un vehículo todo terreno que no se le arruga a nada, no hay hueco que pare a un Toyota, entonces,  usted si cree que un Alcalde montado en un vehículo así siente los huecos que hay en su terruño? No, no tiene ni idea que esos huecos existen simplemente porque no los siente, y no los ve porque nunca camina por las maltrechas calles.

Transcurrió un instante que pareció eterno para que Aristóbulo pudiera asimilar y digerir tamaña afirmación que su amigo le hacía. - De modo que ese es el problema, -pensó- y yo, iluso, buscando mil explicaciones al asunto.

Mierda, y entonces que hacemos?  Exclamó. Y mientras pensaba en el asunto su estómago le recordaba que ya era hora del almuerzo, y ante esa situación nada podía ser más importante que su arroz del medio día, ni Toyotas, ni huecos, ni alcalde, ni nada.  - No señor,  lo mío a esta hora es hacer por la vida –pensó para sí-.

En el cielo se había formado un cúmulo de nubes anunciando una tarde lluviosa, de esas en que los huecos de las calles se convierten en verdaderas lagunas y trampas mortales hasta que las aguas se van retirando lentamente y los huecos vuelven a ser los de siempre, sin el peligro agregado de cuando están llenos de agua.

Los amigos deciden suspender la tertulia, la cual, como todos los días tuvo un tema central, y mañana ya ni se acordarían de lo charlado, tomando cada cual su rumbo al hogar con la seguridad que el tema próximo será igual o más importante que el de hoy. Ya distanciados, pues sus viviendas eran antípodas, Ponchito se gira y grita a Aristóbulo: compa entonces que? ! -acabamos con los Toyotas? Y su amigo, muy grave y severo sin  pensarlo le responde: No, mejor con los huecos.

                                 
                                                                    Zona Bananera, 10 de agosto de 2017


José Manuel Martínez Gutiérrez
C.C. 19.471.431
cantore1961@yahoo.com

Creación de su autor, cuento de ficción, no corresponde a ninguna realidad específica. Imaginación propia, tema no tomado de obra alguna conocida.